En el cultivo de melón el aporte de micronutrientes resulta vital para una nutrición adecuada, ya que el melón es muy sensible a la baja disponibilidad en el suelo de algunos nutrientes como el Boro, Hierro, Calcio o Molibdeno.
En el caso del Boro, los primeros síntomas de carencia aparecen en las hojas jóvenes, manifestándose por una decoloración del borde, fundamentalmente en el ápice de la planta, también se reduce el crecimiento al impedirse el desarrollo de la yema terminal. Su deficiencia en los frutos se caracteriza por la pérdida de sabor y por tanto una disminución en la calidad.
El melón, así como todas las cucurbitáceas, es especialmente sensible a la deficiencia de Molibdeno. Su carencia se manifiesta por una clorosis entre los nervios de las hojas adultas. Progresivamente se observan bordes necróticos quemados de color marrón pardo, las hojas se curvan hacia arriba y la planta deja de crecer. Las condiciones de pH bajo en el suelo y la presencia de óxidos de Manganeso, Hierro y Aluminio favorecen la insolubilidad del Molibdeno y la aparición de los síntomas de deficiencia.
El melón es también muy sensible a la carencia de Magnesio, manifestándose mediante manchas amarillentas entre los nervios de las hojas adultas.
La deficiencia de Calcio influye en la aparición de la vitrescencia de la pulpa y en la evolución de la firmeza en melón, parámetros de calidad fundamentales. La vitrescencia se caracteriza por el aspecto vítreo que adquieren algunas zonas de la pulpa del fruto durante su maduración, especialmente en algunas variedades como los melones Cantaloup. En caso de deficiencia acusada puede aparecer la podredumbre apical del fruto o “blossom-end rot”.